Decimos la nuestra
El 25 de noviembre (25-N) es el Día Internacional por la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Es una jornada de recuerdo y de conmemoración para quienes lo han sufrido en propia piel y para quienes les ha costado la vida. Pero no sólo eso. El 25-N debe servirnos para reflexionar conjuntamente como sociedad —gobierno, ciudadanos, empresas— sobre cómo hemos llegado hasta aquí y cómo revertir las tendencias actuales.
Porque, por ahora, los datos son alarmantes. En el mundo, cada diez minutos una mujer es asesinada por su pareja o ex pareja. En Europa, cada año hay 2.300 mujeres que mueren asesinadas por estas causas. En España, esta cifra en 2023 fue de 56 mujeres . Y, de hecho, en Cataluña este 2024, muchos meses antes de finalizar el año, las cifras de feminicidios ya igualan el total de crímenes de este tipo cometidos en el 2023.
Teniendo estas cifras por delante, cuesta creer que las denuncias por violencia de género en el Estado hayan aumentado casi cada año desde el 2013. Crecen las denuncias, sí, pero las muertes por violencia de género se mantienen. Como dice Miguel Lorente , «nuestra sociedad genera sesenta nuevos asesinos cada año». Hay algo que falla. De hecho, más de una.
¿Las denuncias son efectivas?
Aunque, desde el mundo de la política, lo que se incentiva es que las mujeres en contexto de violencia de género denuncien su situación, lo cierto es que no les es tan fácil. De media, tardan cerca de nueve años en hacerlo, dato que explican muchos factores, como:
1. El miedo a la reacción del agresor.
2. La baja autoestima y dependencia emocional.
3. La falta de recursos económicos propios.
4. La exigua detección de casos desde la atención primaria de salud.
Las denuncias no siempre garantizan la protección de las víctimas
Por desgracia, el 29 de junio de este año vimos que las denuncias no tienen por qué salvar a las víctimas: Amal y sus dos hijos fueron asesinados por su exmarido, con una orden de alejamiento y condenado por violencia de género .
El VioGén: una buena herramienta sin recursos suficientes. Los profesionales que trabajan deben calcular el grado de protección que requieren las denunciantes dentro del sistema. Se parte de una entrevista que no siempre refleja sus necesidades reales. Hay una clara voluntad de mejora y revisión de los procesos, pero los cambios no llegan lo más rápido posible. Por lo que respecta a la protección en el día a día, un miembro del cuerpo policial tiene asignadas de media entre cincuenta y cien denunciantes. Es necesario bajar este ratio.
¿Por qué no lo logramos?
Un problema tan complejo no se puede solucionar desde una sola vertiente. En la violencia de género hay tantos factores para tener en cuenta que es necesaria la implicación no sólo del sistema judicial o policial, sino de un gran y variado número de actores sociales. Desde todas las esferas se puede contribuir de alguna o más formas. Nosotros, como empresas, podemos sensibilizar, formar y acompañar a las mujeres quienes lo sufren y mejorar su vida. De hecho, la prevención es siempre la respuesta justa. Y en el proceso de prevención entran la sensibilización y la formación. Enseñando esta realidad y cómo se manifiesta al personal de la empresa y teniendo un protocolo para guiar a las trabajadoras en contextos de violencia de género ya formamos parte del cambio. Hay que incluir a los hombres en la sensibilización para dejar de normalizar los pequeños o grandes actos machistas que, finalmente, legitiman las violencias de género. Como sociedad, debemos dedicar esfuerzos y energías a sensibilizar a los agresores, y desde el mundo de la empresa podemos poner nuestro grano de arena. Ya lo dice la expresión: «Poco a poco se llena el fregadero». Las pequeñas medidas y modificaciones que apliquemos hoy harán una gran diferencia mañana. Todo el mundo suma, y nosotros, las empresas, también.
